Un barco rojo
—¿A qué jugará todo el día? —preguntó Mabel a Ernesto, sin esperar realmente una respuesta, observando con cariño a Robertito en la orilla del mar. Era el primer verano que salían los tres. La pareja había deseado un hijo por largos años cuando finalmente se decidieron por la adopción. Sin embargo, todo había sido más complicado de lo que creían. Ernesto leía el periódico sentado en la reposera sin prestar mayor atención a su entorno. —¡Corran! ¡Corran! —decía Robertito…