Morder el polvo
—Quedate quieta y seguí caminando —escucho muy cerca de mi oído mientras me empujan por la espalda. Respiro hondo y entrecierro los ojos. Tengo miedo, pero pienso rápido. Si reacciono o hago algo que le incomode mis chances de salir heridas son muy altas. “Dale, Jorgelina, no seas cagona. Tranquila” pensé. —Seguí caminando y me vas a llevar hasta el cajero más cercano —su voz suena tan cerca que puedo oler su aliento. Camino lo más segura y tranquila que…