Buena suerte y hasta luego
El pánico se apoderó de mí hoy por la madrugada, atrapándome en sus redes, oprimiendo mi pecho, cerrando mi garganta y dejando fluir una sensación de no realidad.
Quiero despertar, salir de este sueño lleno de incertidumbres, pero mis pies están anclados a este lugar, no me dejan ir. Pero… ¿dónde querría irme?… nunca me puse a pensar eso… así, en este estado, ¿dónde encontraría tranquilidad?
Y esa paz que tanto deseaba finalmente llegó. Pasados unos minutos el terror desapareció. Yo entendí, luego de repetirlo para mis adentros, que no me iba a morir. De a poco, sentí que el aire volvía a entrar y salir de mis pulmones con una frecuencia normal, mi corazón estaba en su lugar y no se iba a ir a ningún lado, mi brazo había dejado de temblar y las piernas se estaban volviendo a recuperar. Había ganado una vez más la batalla contra el pánico.
Así fue la noche que decidí dejar mi vida sedentaria. La noche en que tomé la mejor y la más difícil de mis decisiones: ser nómada.
Armé un bolso, con lo elemental, lo necesario. En realidad, no tenía ni idea de qué era lo elemental y necesario así que, por las dudas, terminé armando 2 bolsos: una mochila y un bolsito de mano. Me fui a Ezeiza, en taxi, llegué y me quedé sentada como quien espera a un amigo o familiar esperando que vuelva de su viaje.
Había soñado muchas veces con ese momento de diferentes maneras: algunas veces me imaginaba yéndome de vacaciones y perdiendo el vuelo de vuelta, organizando una retirada pomposa de despedidas y fiestas, enamorándome de algún lugareño donde sea y que el amor me retenga allí. Esas eran las películas más frecuentes en mi mente. Sin embargo, ese día estaba ahí sentada, mirando alrededor, sin entender cómo seguiría, pero sabiendo que era el lugar indicado, el momento, que mi cuerpo me lo estaba pidiendo. Había llegado el momento, no había nada más que pensar.
En mi mochila grande llevaba ropa de mediana estación, la malla y una campera finita, por las dudas. Sabía que no quería sufrir el invierno y que debía evitar el coronavirus, por lo que empecé a investigar los destinos más populares en la pantalla:
Rio de Janeiro- Galeao ON TIME
Roma- Fiumicino BOARDING
Madrid- Barajas CANCELLED
Cancún, México- ON TIME
Alguna vez había leído que en los aeropuertos se pueden comprar vuelos de último momento. Perfecto, el destino decidiría por mí ¡una vez más!
Necesitaba un lugar que me llene de energía, con alegría, que me haga mover todo el cuerpo y que tenga otro idioma para hacerme pensar en otra cosa. Brasil representaba todo eso y un poco más. Me pareció un buen lugar para comenzar y, luego, desde San Pablo tenía la extraña fantasía de ir a bucear al Sudeste Asiático o ir a Italia para vivir algún romance de verano en la Toscana.
Si hay algo que me gusta de viajar es que me enamoro de mí misma. Es una especie de liberación, de entregarme a vivir el momento, de no tener planes y disfrutarme. Además, me encanta usar los cinco sentidos e inmortalizar todo en mi journaling. Sentirme como una niña que explora cada rincón y no pierde la capacidad de asombro.
Me acerqué al mostrador de la aerolínea nacional. Hice la fila y esperé a ser atendida por la chica que emitía los tickets. Lo único que podía ver desde la fila, eran sus ojos verdes esmeralda delineados de color negro bien oscuro, el pelo lacio recogido tirante para atrás y dos enormes perlas que salían detrás del elástico del barbijo, con la insignia de la aerolínea, que probablemente hacían juego con los dientes blancos y perfectos de la mujer.
Me miró e hizo señas para que me acercara. En estos tiempos uno respeta todo lo que le dicen o le indican, siempre estamos a un pie de infringir la ley.
Yo me quedé atónita, llegué al mostrador y no sabía qué decirle. Había soñado tantas veces con ese momento ¡y estaba sucediendo!
Mis manos transpiraban, mi corazón volvía a acelerarse, pero esta vez no era el pánico quien se apoderaba de mí, si no la adrenalina. Me sequé las manos con el jogging que tenía puesto y agarré mi pasaporte.
—¡A Brasil, ya! —grité eufórica, dejándome llevar por mi impulso —Quiero un pasaje ya ¡por favor! Antes de que el miedo se apodere de mí y me haga retroceder… ¡por favor!
La chica del mostrador se sobresaltó, abrió sus enormes ojos verde esmeralda y se quedó mirándome firme, estática, con un brillo especial en la mirada, como quien ve en otro su propio impulso.
Se hizo silencio, había muy poca gente en la fila, pero la suficiente para demostrar que mi accionar había sido abrupto y fuera de lugar, exacerbado, desfigurado, casi. Me sentí avergonzada, respiré hondo, e intenté hacer como si nada. Me acerqué más al mostrador, al punto de incumplir con el distanciamiento mínimo exigido en estos días y, casi a modo de secreto, volví a pedir un pasaje a mi destino. Esta vez en un tono bajo, cuidadoso y latente.
Llegué a leer el nombre de la chica del mostrador en su pin del uniforme.
—Greta —susurré —dame un pasaje a Brasil, por favor…
—Buenas noches, su pasaporte por favor.
—Si, acá está
—Brasil me dijo?
—Si…
—Lamento comunicarle que en este momento no hay disponibilidad para su destino, le puedo ofrecer México, Jamaica o Colombia.
Solo respiré hondo, muy hondo…
Alguien me había dicho “a veces hay que sentirse liviano y dejar que el viento marque la dirección” y sentí que eso estaba sucediendo. No había una razón específica para ir a Brasil, y ahora sí la había para cualquiera de esos tres destinos.
—Greta, vos ¿dónde irías? —le pregunté, imitando a mi hermana cuando duda qué gusto de helado pedir y le dice al heladero que ponga su preferido. Greta se había vuelto, de repente, mi única cómplice.
—Bueno, depende qué tipo de viaje le guste, qué tenga ganas de hacer.
—Me voy a Colombia— la interrumpí —¿A qué hora sale el avión a Colombia? ¿Llega a Medellín? ¿A Bogotá? —pregunté casi sin respirar.
Ese momento de indecisión me resulta tan lejano ahora, después de tres años de estar viajando ya ni recuerdo como era esa “yo” en la que analizaba hasta el hartazgo cada destino. Se me ha vuelto tan natural, tan cotidiano este estilo de vida, casi un no lugar, un no espacio, o sí. A lo mejor es mi espacio y mi lugar, mi tiempo, a mi manera. A lo mejor era esto lo natural y no mi otra vida. A lo mejor ya me acostumbré y esta vida se me hizo cómoda. Hoy puedo ver esta experiencia de otra manera, como si siempre hubiera sido así. Bolsos, estadías cortas, estadías largas, medianas y nulas; viajes a pata, en micro, avión, y hasta lograr zafar algún ticket de tren. Del departamento a un hotel, de hotel a hostel, de hostel a habitación compartida, y de ahí a una casa completa con pileta solo para mí. Intercambios de todo tipo, idiomático, cultural, de hospedaje, de alimentos, historias de vida tan distintas…
Housesitting, Couchsurfing, Airbnb. Parezco una empresa de turismo ofreciendo alternativas, pero no, es mi vida desde hace tres años, es la vida que elegí, el riesgo que tomé consciente de mi decisión, la más difícil, creo, hasta hoy.
Todo ese vértigo está quedando atrás, hoy es una nueva vuelta de página. Increíble que esté pasando. Quiero estar consciente, entender este momento y que no se escape fugaz por la emoción y la ansiedad.
Cierro mis ojos, respiro hondo, siento mi corazón latir muy fuerte, cada vez más, puedo percibir las luces, el ruido, la gente yendo y viniendo, los arreglos, la tensión, las corridas, el pasar de las hojas, los silencios incómodos y los llantos contenidos. Energía intensa, trabajo minucioso, revuelo, se acelera el ritmo, puedo oír el murmullo, percibo sus perfumes y sus tensiones. Está lleno, hay mucha gente, todos en sus puestos.
Ahora llega el silencio, bajan los murmullos, ya no queda nada por hacer detrás de escena, es el momento de salir, de darlo todo, de mostrar el arduo trabajo de meses y meses.
Madrid, a punto de salir a escena en el rodaje de la última producción de Almodóvar.
¿Que cómo llegué acá? se preguntan ¿Sueño o realidad? Ni se les ocurra pellizcarme para comprobarlo. Yo me quedo acá, este es mi lugar en el mundo. Después de tanto rodar, me quedo acá.
Por ahora…
Relato escrito colaborativamente en:
Taller de Escritura Creativa “Patas por el mundo”. Sábados de agosto 2020.
Autoras:
Silvina Felice
María del Carmen Vilas
Anabelia Celeste Marrapodi
Lucía Victoria Arias
Daniela Ramos Druetta
4 thoughts on “Buena suerte y hasta luego”
Me encanto chicas. Seguiría leyendo la historia de esta persona. Hermoso trabajo, no parece que sea colaborativo, la forma de narrar parece que es siempre de la misma persona. Abrazo
Gracias, Meli!
El sábado vas a conocer a las autoras 🙂
Que buena historia !!!
Que buena amalgama de autoras…
Me encantó !!! (que estres ese primer día en el aeropuerto…tomar la primera decisión…guauuuuu)
Lo que más me gusta siempre es qué fácil es volar e imaginarse siendo la protagonista de cada cuento!!!