El silencio ¿es salud?

El silencio ¿es salud?

Es importante decir que la vida nómade tiene un lado be. Puedo asegurar esto teniendo los pies desnudos sobre el pasto de un parque y recién despierta luego de una larga siesta al sol, para la que ayudaron mucho el trago de ginebra que almorcé y los muy extraños días pasados (de los cuales escapé abruptamente).

Paso a contarles:

Nadie me había obligado, pero allí estaba. Trabajo voluntario en un retiro de yoga y meditación cerca de la playa sonaba al plan ideal. Limpiar y mantener el lugar a cambio de casa y comida, sumándole clases de yoga y el mar a tres minutos. El verano pasaría rápido con dos comidas al día de una dieta vegana (un gran desafío para esta carnívora del conurbano bonaerense), clases de yoga todas las mañanas y trabajo por la tarde. Vivir en la playa sin pagar alquiler durante toda una temporada de mi vida en España se veía muy bien.

Vista del mar desde la habitación del centro yogui.

El chamán, gurú o dueño de la instalación (cualquiera de las formas aplica) era un hombre de unos cincuenta años que había encontrado su costado yogui hacía casi diez, y ahora se encargaba de vender su estilo de vida.

(Dicho sea de paso: estilo que como primer paso había que creerse)

Éramos un grupo que iba variando en cantidad, ocho, diez, seis y cada uno estaba allí por distintos motivos. Los cuales no conocí porque a todo momento debíamos hacer silencio. La verdad fue que, para mí, nadie estaba con ánimos para afrontar la desilusión. Realizar una estadía en una casa para desconectarse de una realidad y ver que la conexión con otra diferente era casi peor que la rutina laboral y agobiante.

El ritmo cotidiano era perturbador. Todas las mañanas antes de salir de las habitaciones los huéspedes y los trabajadores del lugar se ponían sus máscaras de salir al exterior. Se trataba de máscaras blancas, sin expresión, que sólo dejaban ver un poquito de los ojos y la boca. Bocas que habían dejado de mostrar los dientes en las sonrisas y que no se abrían para emitir sonidos, sólo para comer dos veces al día, en silencio. Ojos que buscaban compañía y complicidad en otros pares cercanos y que para pasar un bol con arroz intentaban rozar los brazos de otros como sin querer, para que nadie lo notara.

Plantaciones de calabaza cercanas al centro yogui.

Los momentos de la comida eran los únicos compartidos. Todos se reunían en una mesa grande de diez o doce comensales. Ellos no se conocían entre sí, aun compartiendo el espacio durante varios días. Cada uno con su máscara blanca, sin expresión, enmudeciendo cualquier sensación y disfrazando de silencio las sensaciones vividas.

Lo bueno era que la comunicación era inevitable. Las miradas, los sonidos, los movimientos, existían al principio pero con el correr de los días, tapándolos y enmudeciéndolos, la gente se empezó a olvidar de la otra gente. Y cada uno estaba tan alienado en su propio cuerpo detrás de esa máscara que no notaban cuando en lugar de diez eran nueve, o en lugar de doce, diez. Ni cuando los ojos detrás de la máscara habían cambiado.

Lo más curioso era que el chamán no usaba nada frente a su cara. Los únicos ojos que se mostraban al desnudo y que se permitían explorar a cada persona eran los de él.

Nadie parecía preguntarse los motivos. Nadie se preguntaba nada.

Las verdaderas calabazas del centro yogui.

Yo estaba en el grupo de los trabajadores y había conocido ya otro costado del gurú que no tenía nada que ver con su identidad de guía del bien. Un tipo común, preocupado por el dinero, por pagarle al electricista y, sobre todo, porque los huéspedes no vieran la botella de ginebra que escondía en el almacén.

8 thoughts on “El silencio ¿es salud?

  1. Excelente relato. Siempre obligándonos a meternos y sentir cada momento vívidamente.
    Disfrutablemente inquietante,

  2. Muy bueno.
    Me temia un final a lo charles Manson (o como se escriba). A medida que terminaba un parrafo de tu relato, no podia evitar pensar en un desenlace fatal.

  3. Desearía que solo fuese un relato, cuantos de estos falsos gurues coexisten con los de enserio
    ( muy argentina la expresión) Y no siempre se termina bien.

  4. Uff. Qué fuerte. Entiendo que el silencio que no tiene ningún fin más allá de satisfacer la necesidades espirituales difusas del falso gurú, se convierte en esto que cuentas.

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