El faro- parte 2
Pasaron ya dos años de esa tenebrosa noche que nunca voy a olvidar, que me marcó para siempre y a él también, creo.
Yo llegué a esta tierra inhóspita con toda mi carga de ciudad en el coche, me encontré con él y toda su soledad de años sobre sus espaldas. Él, tan silencioso y repentino en sus apariciones, yo, aunque primero me asusté bastante y quise salir corriendo, rápidamente empecé a buscar el momento de sacarle una palabra.
Él un viejo guardaparque patagónico próximo a jubilarse, yo un alma joven en busca de aventuras. La pasión por la naturaleza y la suerte de cada uno y de los dos nos había regalado el encuentro. Teníamos que convivir por un tiempo, por lo menos los meses que durara mi beca y hasta que él decidiera retirarse a disfrutar del dinero merecido luego de una vida entera de trabajo bajo el imponente viento patagónico.
Él tan solitario, yo tan habladora, él tan cómodo en las tormentas y en las noches, yo tan tarde soleada en la arena.
Así y todo, pasamos unos largos meses juntos conviviendo en el faro. La casa del guardaparque era sólo eso, el faro. Un pequeño hogar montado en vertical con una salamandra en la base, una cama plegada contra la pared, otra que construí luego de dormir un par de semanas en el frío suelo de cemento con una frazada haciendo las veces de colchón.
Mi beca de guardaparque en el faro en Península Valdés duró cuatro meses finalmente, porque él decidió jubilarse antes de tiempo lo que hizo que me ofrecieran el cargo y mi carrera tomara una seriedad inesperada, principalmente, para mí.
De todas maneras, no es un detalle menor detenerse en que él no tenía donde ir.
Pasó el quinto mes, el sexto, él buscando excusas para seguir allí, yo intentando pisar fuerte y hacerme de ese porte de autoridad que ser guardaparque tenía o tiene, o tendrá, espero.
Él seguía en la cama plegable de siempre, yo había construido una nueva mas fuerte y estable, separada del suelo y aislada del frío. Él cada mañana recorría la zona antes del amanecer, yo con el primer sol sobre mis ojos. Él amigo de las lechuzas y los zorrinos, yo de los pájaros cantores, él de las olas violentas, yo del golfo pacífico.
Pocas palabras soltó durante esos meses, sin embargo, cuanto menos lo esperaba el día llegó.
_Vos vas a aprender a escuchar cuando yo me vaya.
Sólo dijo esas palabras, con su ritmo lento y claro. No se que pretende que escuche si él se va, tanto tiempo deseando que suelte una palabra y el maldito viejo sólo se encargó de incomodarme cada día de mi vida en este faro. Cada día, sin exagerar. Desde ese primer encuentro en el que me encerró en plena oscuridad, en el que deseó con todas sus fuerzas asustarme y evitar que me quedara con él.
Él tan farero, yo tan vida social, él tan viejo, yo no tanto, él tan jubilado, yo tan inexperta, él tan silencioso, yo tan charleta, él tan solitario en la naturaleza, yo tan gps en mi gol cargado de cosas inútiles, él tan camita plegable, yo tan tostadora eléctrica vintage.
Estaba claro que nada podía salir bien, sin embargo, es mi mentor, mi entrenador, mi tutor, mi padre naturaleza, mi enseñante, mi futuro.
Yo tan convencida que asustaré al próximo, él tan seguro de que no seré capaz.
2 thoughts on “El faro- parte 2”
Seguro que él sabe que SI VAS A PODER.
Me encantó ☺️ siempre en la lucha .