Filosofía ¿barata? y chanclas de goma.
Estamos rodeados de ciegos en nuestro día a día. Recordando el libro de José Saramago, me he dado cuenta de que somos ciegos por instantes y que cuando nos sentimos así, no pedimos ayuda a los que tienen ceguera de verdad. Sería interesante pensar que ellxs no ven, pero sienten y a nosotros, que podemos ver más allá, nos cuesta llegar a sentir o nos hacemos los fuertes.
¿Qué pasaría si un rico pidiera ayuda a un pobre? ¿Y si un presidente pidiera ayuda a un ciudadano? y ya en planos más astrales ¿Os imagináis a la muerte pidiendo ayuda a la vida?
Muy bien, pues si habéis andado por la calle os habréis dado cuenta de que gracias al peatón invisible que ayudó a un ciego a cruzar, ahora los semáforos pitan.
La muerte pidiendo ayuda a la vida. La Muerte pidiendo ayuda a la Vida. Resulta extraño, ¿no es exactamente así? Yo, que siempre he sido muy heideggeriana, pienso mucho en la muerte. “¿De dónde sale el agrio placer de asistir al cadáver que todavía no soy?” se pregunta Andrés Neuman (y ahora yo con él). Muero porque vivo, vivo porque muero. Y la verdad es que siempre, Siempre, es tiempo de morir. Siempre, y cuando, haya vida. Mientras que, lo que nunca llega a tiempo, lo que nunca encaja, es precisamente vivir. Vivir siendo humano, vivir sabiéndose morir. La vida humana simplemente no existe, no sabe, no siente, si no es con la ayuda de la muerte.
Me pregunto ¿a qué sabrá la vida de las plantas? Inertes, sin vida aparente, pero viviendo. ¿Sintiendo? Quizás, ¡quién sabe! ¿A qué olerá su existencia? Aromas de tierra y moho, un bouquet de aire fresco que abraza sus brazos extendidos como ramas, como tallos, como hojas buscando la luz. ¿Olerán a rayos de sol?
No soy planta, tan sólo un ser humano indagando en el cómo y el porqué de mi existencia. Aunque a veces esas jaras, esas encinas y jaguarzos que bordean el camino parecen sentir más de lo que yo he sentido.
El sentimiento inapropiado de sentirnos aislados en todo momento es aquel que nos advierte que tenemos que vivir y florecer de la misma forma que lo hacen las plantas.
Porque ese sentimiento, esa ilusión de nuestra individualidad, no es más que espejismo, la creencia errónea de que somos seres excepcionales y únicos cuando no somos más que manifestaciones efímeras de aquello mucho más más grande que nosotros al que llaman vida. Dos sílabas que no alcanzan a contener aquello que se expresa temporalmente en esos cuerpos hechos de partículas unidas por algún insondable milagro. Pues como dice Walt Whitmann en su Canto a mí mismo, traducido por Borges: “no hay un átomo de mi cuerpo que no te pertenezca”.
Ni cuerpo del que no forme parte. En este continuum, esta sucesión de materia y energía de la que formamos parte y que hemos venido a llamar vida.
Este es un relato escrito colaborativamente en:
Taller de Escritura Creativa “Patas por el mundo” de Verano. Agosto 2020.
Lxs autorxs son:
Belen Martel Roales
Ester Báez Humanes
Luiso del Castillo Vergara
Mireille Angelo
Nia Alers
En cada taller armamos una obra colectiva, que representa las voces de todos los que formamos parte de cada grupo (o de aquellos que lo desean). A los largo de los encuentros vamos escribiendo, además de los trabajos de cada uno, otro grupal que une las voces que vamos desarrollando a través de los encuentros.