El secreto de los ojos
—Te voy a mostrar algo y quiero que mires sin hacerte preguntas —le dijo, entregándole un pedacito de caña que acababa de sacar de una bolsa de tela blanca cerrada por un cordón.
—¿Y esto?
—Mirá por ahí, ya vas a ver.
Se apoyó el tubito sobre el ojo derecho, dejando de lado toda posibilidad de contagiarse ese maldito virus que impedía el contacto entre personas.
Las dos se quedaron calladas. Una miraba en silencio por el tubo, conteniendo la respiración sin darse cuenta. La otra, pendiente, esperaba su reacción.
—Es mi ojo
—¿Y qué te dice?
Se hizo un silencio de los buenos, de esos que invitan a reflexionar. Las dos se quedaron inmóviles en sus lugares. El tiempo se detuvo. La mesa de trabajo estaba llena de crayones, fibras, papeles, telas. El lugar tenía mucha luz, que entraba de la calle, atravesando las cortinas claras que intentaban aislar al ambiente del calor insoportable.
—Es la primera vez que me veo a los ojos —dijo rompiendo el silencio.
2 thoughts on “El secreto de los ojos”
Precioso relato. El secreto, diría yo, está en los ojos, pero sobre todo , está en la mirada, aquella que recoge la experiencia de vida.
Tanto dicen siempre y desde el corazón. Hay que hacer más pausas en el día y mirarnos. Apoyarnos y darle para adelante.